viernes, 25 de octubre de 2013

CARRERA DE OBSTÁCULOS


-Joder que frío.

Son las siete de la mañana y el aire se cuela por las muchas rendijas de este lugar, que podríamos llamar “mi casa”. Siendo sinceros, podríamos reducir la definición a cuatro chapas mal puestas que nos protegen algo de… de nada, no nos protege de nada. Estoy rodeado de pequeños roedores que hace tiempo dejaron de asustarme. Con una temperatura de dos grados bajo cero, no hay mantas suficientes que me hagan entrar en calor. Así que, lo mejor será que me levante de mi colchón tirado en el suelo y encienda la estufa de leña.

-Mamá! Mamá!!!! Jaja ¿a quién quiero engañar?

Me llamo Juan y vivo con mi madre. Bueno, realmente ella no está aquí casi nunca. Tengo quince años, pero la gente dice que es como si tuviera cuarenta. Puede que sea cierto. A veces pienso que la vida se me está haciendo demasiado larga. ¿por qué digo esto?, porque hace mucho tiempo que no sé lo que es sonreír. En el mundo que vivo, la cara amenazadora puede salvarte de muchas malas situaciones y al final, acabas por tenerla casi sin darte cuenta.

Mi padre está preso. Se de él, que era un señor drogadicto y alcohólico, que llegaba a casa y maltrataba a mi madre, incluso embarazada de mí. Una de las muchas noches que salía con sus colegas, acabó en calabozo y posteriormente en la cárcel, con una larga condena. En ese tiempo yo tenía tres años y desde entonces, no he sabido nada más de él. Mi madre, como ya he dicho antes, está y ha estado poco en casa. Al igual que mi padre, también es adicta a algunas sustancias y sé que ha renunciado en muchas ocasiones a su dignidad para conseguirlas. ¿Quieres saber lo que siento por mi madre? No lo sé, no soy capaz de describir el sentimiento que tengo hacia ella. Lo que sí sé seguro, es que nunca he oído esas dos mágicas palabras de su boca. Ahora ya no lo necesito. Parece que a todo se acostumbra uno, pero debe ser bonito eso de sentirse querido e importarle a alguien, ¿verdad?.

En cuanto a mí, me describiría como un buscavidas. Una vez me leyeron partes del Lazarillo de Tormes y me di cuenta de que teníamos muchas cosas en común. Digo que me leyeron, porque yo casi no se leer y menos escribir. En alguna ocasión he ido al colegio, porque han venido los de Servicios Sociales amenazando a mi madre con retirarle mi custodia, cosa que creo le importa poco. En realidad donde he aprendido a leer lo poco que se es en una asociación que trabaja aquí en el barrio, que ayudaba con ropa y alimentos a mi madre con la condición de que acudiera a las clases de apoyo que ofrecían. Eso era con nueve o diez años. Nunca he necesitado leer para sobrevivir.

Cuando tenía ocho años, ya salía del barrio con otros chicos que se encontraban en una situación familiar parecida a la mía. Era muy común encontrar a uno o varios miembros de una misma familia en la cárcel. En general, se trataba de gente humilde, gente que vivía al día. Luego están los comerciales de sustancias creadoras de felicidad transitoria, como los llamaba un voluntario de la asociación para no decir camello. Esos sí que viven bien. Ropa cara, coches increíbles, relojes, colgantes y otras muchas cosas que no están al alcance de un humilde trabajador, que es a lo máximo que un niño del barrio puede aspirar. Esto da que pensar, ¿no? ¿Trabajar toda tu vida recogiendo chatarra, trabajando en una obra o haciendo “chapucillas” para poder dar de comer a tu familia ese día? o ¿vivir con todo lujo con el mínimo esfuerzo?. Era uno de los temas que siempre salían en las conversaciones con mis amigos. Todos querían ser el más malo, el que tuviera la mejor pistola y al que todos tuvieran miedo. Suponía en ese momento que eran tonterías de niños, pero viendo la trayectoria de alguno de ellos, no me extrañaría nada que consiguiesen su propósito.

Nos gustaba ir al centro y dar vueltas por los centros comerciales. Veíamos las tiendas y elegíamos desde la distancia nuestras zapatillas preferidas, zapatillas que no podíamos comprar. También mirábamos desde la puerta de los recreativos como se divertían los niños de nuestra edad y más mayores, ante las atentas miradas de protección de sus padres. Nosotros no teníamos “ni un duro” para jugar y mucho menos teníamos a nuestros padres. Todo eso un día cambió. Nos hartamos de ser distintos, de no disfrutar de nuestra infancia. Creíamos injusto que otros, por el simple hecho de haber caído en una buena familia, tuvieran más derecho a ser felices que nosotros. De esta manera y después de haberlo hablado mil y una veces, decidimos pasar a la acción. Teléfonos móviles, relojes, zapatillas, de todo… nos valía cualquier cosa. Cuando atardecía nos dirigíamos a barrios ricos y esperábamos a la salida de los colegios a los niños “pijos”. Con una actitud un tanto agresiva era suficiente, nos daban hasta los calzoncillos si se lo decíamos. Tengo que decir en nuestro favor que casi siempre eran mayores que nosotros. Éramos un gran grupo, nos cubríamos los unos a los otros. Éramos la familia que no teníamos y además, sentíamos que valíamos para algo, podíamos conseguir muchas cosas. Todo esto era como un juego, podría asegurar que nos divertíamos robando. En este momento tuvo lugar mi primer encuentro con la policía. Nos llevaban a comisaria, pero no pasaba nada porque éramos unos críos. Eso sí, nadie nos libró de algún pescozón. Todo esto se convertía en anécdotas que servían para hacerme el chulito delante de las niñas, todo por sentirme valorado en algo.

La soledad es muy dura. Cuando estaba en la calle era feliz, pero cuando llegaba a casa y no había nadie y en muchas ocasiones nada que llevarse a la boca. Por aquella época tuve mi primer contacto con los porros y encontré en ellos mi mejor aliado. El efecto que me producen es relajante, tranquilizador, me sirven para no pensar en nada. Desde los doce años, además de cometer pequeños delitos, también vendo hachís a otros chavales. Era obvio, necesitaba algo de dinero para comer y pagar mi propio consumo de porros. Muchos amigos se dedican a lo mismo y otros a robar algunas cosillas y venderlas después para echar una mano en casa. Por lo menos de mí no depende nadie, lo que saco es para mí. Tampoco estoy enganchado a drogas caras como la cocaína, al contrario que muchos chavales del barrio. No se cuanto tiempo estaré así, pero ¿que otra cosa puedo esperar?. Durante todos estos años he conocido a ladrones de coches, a atracadores, a traficantes y de todos he aprendido algo y es, que cuando la vida no te da las herramientas para construirte un buen camino, te las tienes que buscar tu e inventarte un atajo. No tengo horarios, no se lo que son las normas y lo que es seguro, no tengo quien me las enseñe. Lo que he aprendido lo he hecho por mi mismo. Ahora, con quince años, no tengo formación académica y tampoco profesional. ¿qué será de mí? ¿qué futuro me espera? Puedo elegir entre mendigar pidiendo y durmiendo en la calle o en alguna asociación, robar o traficar. Seguro que estás pensando ¿por qué no trabajar? Muy fácil, ¿tu me contratarías? Teniendo en cuenta que no se casi leer y escribo a duras penas y con muchas faltas de ortografía, no tengo ropa para ir a una entrevista, no tengo experiencia en ningún trabajo, no estoy acostumbrado a horarios estrictos, no estoy acostumbrado a relaciones con personas muy distintas a mi, he estado detenido en algunas ocasiones y vivo en un barrio muy humilde desde donde no me puedo desplazar porque no pasa el transporte público. Esas son solo algunas de las barreras que puedo mencionar para normalizar mi vida.

Ahora te pido que te pongas en mi lugar. ¿De verdad crees que serías mejor que yo si tuvieras mi situación? ¿no crees que yo en la tuya no sería ni la sombra de lo que soy? ¿Piensas que yo nací queriendo llevar una vida así? ¿Crees que alguien nace queriendo vivir así? ¿Crees que soy el responsable de esta situación?
Aunque te cueste creerlo, con algunas diferencias, como es lógico, existen muchas personas en mi situación. Cuando leas una noticia sobre unos chiquillos que hacen esto o lo otro, planteate antes de juzgar, ¿que les ha podido llevar a hacer eso? ¿meterlos presos lo arreglará? ¿no sería mejor preocuparse por la prevención y la educación? ¿Es justo criminalizarlos?. Si tu hubieras tenido las mismas barreras que yo, estarías igual o peor. Si yo hubiera tenido las mismas oportunidades que tú, podría haberlas aprovechado de la misma manera. A mi la sociedad me ha dado una patada y ha mirado para otro lado. Que nunca se te olvide, eres el producto de lo que has ido cargando en la mochila de la vida y la mochila que a ti te tocó, seguramente sea más grande y más bonita. A mi me la dieron rota.


2 comentarios:

  1. En estas situaciones tendrían que aparecer los coaches. Sí, eso que se lleva tanto hoy en día, esa gente que dice que el responsable de lo que te pasa eres tú. Por supuesto que no somos responsables de muchas de las cosas que nos suceden. Esta es una historia similar a la del Vaquilla. hay personas en tal grado de exclusión social que ya es prácticamente imposible la inclusión. Además, aunque no estés en proceso de exclusión, esta sociedad ya se encarga de excluirte. Véase gente en paro con cierta edad que ha perdido su trabajo. Y como este ejemplo muchos más.
    Muy buena entrada, espero que los que se encargan de excluirnos se sientan aludidos.

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    1. Gracias por tu comentario Carolina! ha pasado mucho tiempo, pero soy nuevo en esto de los blogs y no había reparado en él. Muy de acuerdo con lo que dices.

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